Una fiesta de otro planeta

Son las 7 de la tarde del domingo 19 de abril, y pese a que las condiciones climáticas en este atardecer porteño son óptimas (y la temperatura es casi de verano), nuestro despegue hacia Marte está demorado unos minutos. En la planta baja de este caserón de Colegiales convertido en plataforma de lanzamiento, me puse los auriculares, que serán clave para emprender este viaje. Tienen tres canales, cada uno con una luz determinada, que te permiten escuchar distintos sonidos y vivir diferentes experiencias en simultáneo.

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Los personajes con looks futuristas, extraídos de Mad Max y otras películas apocalípticas, no paran de llegar. La mayoría se conocen entre sí, parece que no es el primer viaje que realizan juntos. Pero todos somos bienvenidos, los nuevos también. Ya en la terraza, cambio el canal de los auriculares, y el set con sonidos de saxos y bases muy chill, acompaña este descubrimiento del lugar. Diferentes mappings se proyectan sobre las paredes de la casa y de edificios vecinos. Las bailarinas se preparan para esta noche distinta, se prueban los lasers, se ajusta el sonido, se testea un dron. Pasaron unos minutos y prácticamente ya todos nos conocemos, se respira arte y buena vibra, LIFE ON MARS está por comenzar.

Entre chicas con pelucas rubias y rostros pintados de flúo que resaltan con la luz, me encuentro a Ignacio Roizman, quien también está perfectamente lookeado para vivir esta experiencia. Con Martin Marquez es parte del grupo Inti Burn, que colabora junto a Life on Mars y el festival Aurora, en la planificación de un evento regional de Burning Man en Argentina.

“LifeOnMars es un colectivo de artistas liderado por David Fuchs y Damian Navarro. Es un espacio de expresión abierto, no es una fiesta, buscamos que todos sean productores a la vez, que espontáneamente se den esas conexiones donde se potencia la creatividad de todos los que participan, cada uno con sus disciplinas, música, pintura, danza, fotografía, video y escultura”, me cuenta delante de un enorme globo inflable donde se proyecta la Tierra como la veríamos desde Marte. “Se dan momentos mágicos como en la fiesta de Funk, a principios de año, donde durante casi una hora y media espontáneamente viajamos musicalmente con un guitarrista, un trompetista, una batería y un teclado”.

En LIFE ON MARS todo es novedoso, y ya sólo el hecho de estar en esta terraza en esta noche cálida de otoño, te hace ser parte de esta experiencia multisensorial única. Los auriculares tienen un sonido excelente y, de acuerdo al canal que elijas, entrás en sintonía con quienes tenés alrededor. Pero también te los podés sacar para hablar tranquilamente sin la necesidad de gritar, como sucedería en un boliche o una fiesta cualquiera.

La pantalla del control remoto del dron muestra la terraza desde el cielo, (así nos estarán viendo desde otro planeta?). Unos doscientos seres (terrícolas o marcianos) con sus auriculares puestos, bailando, conectados con ellos mismos e interactuando entre sí. Vibrando con la música, con sonidos experimentales, disfrutando de ricos tragos o unas curiosas empanadas pintadas de distintos colores. Se escuchan diferentes acentos, ya todos se animan a pintarse (yo por esta vez, paso), se suman nuevos personajes disfrazados y sonidos experimentales que nos atrapan. La experiencia LIFE ON MARS está en su punto máximo. Pero ya es la madrugada del lunes, y en nuestro planeta se trabaja, por lo que decido volver a Tierra.

Las conexiones del Universo hacen que me encuentre a Nacho al día siguiente (me entero que trabajamos en la misma manzana de esta ciudad, en este planeta), aunque irreconocible sin su look apocalíptico. “Lo difícil va a ser mantener el espíritu que viste en LIFE ON MARS el domingo, cuando vaya aumentando la cantidad de gente”, me cuenta ya vestido de civil y como publicista, respecto del futuro de esta experiencia de la que podés ser parte disfrazado o no. “Entiendo que es un proceso, la gente no está acostumbrada a ser parte de, sino ir a ver a alquien. También exige tener cierta seguridad de quien sos, poder romper con el jean, la remera y las Converse y animarte a jugar con la imagen tuya, cambiar, a tocar un instrumento aunque no hayas tomado una clase, o atreverte a pintar o dibujar o dejar que te pinten. Eso es lo que queremos lograr, que la gente se anime a expresarse individualmente, a tener la seguridad de expresar su propio ‘yo’ no amoldado a nada, a que participen y se sientan parte de una comunidad, no una fiesta a la noche”.

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